MUERTO


Que está sin vida.

Un pestilente hedor se filtraba por debajo de la puerta del 2º A. Aurora, la habitante del 2º B, estaba harta de salir al rellano con un pañuelo en la boca, pero de todas las veces que había llamado al apartamento para quejarse no había encontrado a nadie.

Veinticinco años, un trabajo medianamente estable y una vida tranquila para su juventud... Aurora vivía sola desde hacía seis y había estado residiendo en su piso actual desde hacía dos. A su llegada, el horrible olor a muerto se respiraba por todo el rellano, pero parecía que ella era la única que lo percibía, por lo que no le dio importancia. Los meses pasaron y sus quejas aumentaron, sin embargo nadie le dio razón de semejante pestilencia. Cuando ya estaba a punto de rendirse y abandonar el piso de alquiler al que tanto le había costado amoldarse, decidió cometer una imprudencia: se colaría en el apartamento vecino y descubriría el origen del hedor para intentar atajarlo. 

Se dirigió a la entrada contigua a la de su casa, la forzó con la punta de un destornillador y, más fácil de lo que esperaba, la puerta se abrió. Una vez en el interior, el olor se convirtió en algo insoportable. Caminó en la penumbra hasta que se acordó de que su teléfono tenía linterna. Cuando el rayo de luz  iluminó el interior, la sangre se le heló. Una montaña de cadáveres se apilaban en el centro del salón. Algunos en perfecto estado, otros muy descompuestos, alguno que otro sin miembros o cabeza... Aurora no pudo retener el contenido de su estomago y vomitó en una esquina, cuando alzó la mirada de nuevo, algunos cadáveres ya no estaban. Un movimiento a su derecha la hizo sobresaltarse y tropezar, cayendo de espaldas y perdiendo la linterna. El foco de luz  alumbraba ahora hacia su izquierda, dejando a la vista de Aurora  cinco cuerpos: tres descompuestos, uno con solo la mitad de la cabeza y otro sin ojos. Los cinco estaban de pie, caminaban hacia ella. Mientras tanto, el resto de individuos que creyó muertos se levantaban, la rodeaban... La puerta de entrada que había dejado abierta se cerró de golpe y lo último que Aurora vio fue el foco de luz que brotaba de su teléfono.



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