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Mostrando entradas de septiembre, 2017

Hola, holita, hola.

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¡Muy buenas, queridos lectores! Hoy no voy a publicar un post con un relato como he venido haciendo hasta ahora. Hoy vengo a hablaros de mis intenciones. Llevo un par de semanas con el blog bastante abandonado debido a que he tenido asuntos importantes que solucionar y no me ha dado tiempo a trabajar en esto como me gustaría. Sin embargo, a partir de ahora intentaré volver a ser constante y mantener el nivel que había alcanzado en tiempos (no muy) pasados. Este fin de semana pretendo ponerme manos a la obra y trabajar en distintos contenidos para poder publicar sin problema a lo largo de la semana que viene. A partir de ahora tendréis cada lunes, miércoles y viernes por la mañana un relato. Está también en mi lista de propósitos crear contenido nuevo , contenido que os pueda interesar... No sé, tal vez hablaros un poco más de mí, enseñaros la forma en la que yo veo el mundo, colaborar con otros blogs, hacer una especie de "columna de opinión", etc. Tengo siempre

Hubiese...

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Me hubiese gustado sentir el tacto de tu piel contra la mía, tu respiración en mi cuello. Descubrir tu mirada, que habla incluso más que tu boca, cerca, muy cerca. Que la distancia y el miedo fuesen cuentos de niños contados a adultos incrédulos. Me encantaría sentir tu voz cálida en mi oído cada mañana, que me dieses los buenos días con uno de esos besos tuyos y sentir tus dedos inquietos y reclamantes recorriendo sin miedo mi espalda. Contar tus arrugas, las nuevas y las viejas, esas que resaltan cuando sonríes.   Y no te digo lo que hubiese amado sentir tus besos ilegales quebrantando el horario de visita, haciéndome entender con hechos lo que las palabras jamás podrán plasmar en textos. 

Vestigios.

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Silencio. Aire puro. Vestigios de carreteras entre las flores y la hierba. Construcciones en ruinas cubiertas por enredaderas. Todo es un bosque encantado ahora. Los animales pastan plácidamente en cualquier lugar, sin miedo. La naturaleza siguiendo su curso, cubriendo de savia cada rescoldo de un pasado artificial, como una leona lamiendo sus heridas. Poco queda de aquella civilización humana con complejo divino que se dedicaba a destruir lo único que debía proteger. Aquella catástrofe natural les enseñó a los pocos que consiguieron sobrevivir que La Tierra es quien manda. Ahora no son más que tribus, como en sus orígenes. Puede que más evolucionadas, pero siempre en simbiosis con su planeta. El respeto es la nueva ley.

Vengo a confesarme.

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Hoy vengo a confesarme. Este no es un relato ficticio, ni siquiera una historia basada en hechos reales. Esta, señores, es mi realidad. Tengo veintidós años, una hermana maravillosa, tres perros, soy adicta a la lectura,  convivo y combato desde hace al menos siete años con el dolor crónico provocado por la fibromialgia y tengo los ojos azules. Así, sin más.  La fibromialgia lleva en mi vida tanto tiempo que simplemente es un demonio más al que enfrentar cada mañana. Un demonio que me limita y me presiona, pero nunca he sido de las que se rinden con facilidad. Ella lo sabe, yo lo sé, por eso prosigue la lucha. Mi vieja enemiga me ha enseñado el lado feo de la vida. No, no solo me lo ha enseñado, me lo ha tatuado en la piel, ha clavado la aguja tan profundamente que la tinta ha llegado a mis venas y el tatuaje me ha marcado el alma. La fibromialgia es una enfermedad que provoca dolor musculo-esquelético crónico, mareos, fatiga, alteraciones de la memoria, neblinas, etc. En resumen,

En las nubes.

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A veces, cuando sueño, me olvido de vivir, pero es que cuando vivo, me olvido de soñar. Prefiero vivir en las nubes, creando y mutando, componiendo e inventando, a vivir atada a la gravedad de La Tierra. Mis pies están cansados de pisar el suelo, de arrastrarse por calles demasiado transitadas cargando el peso de las preocupaciones mundanas. Están cansados de clavarse astillas, de hacerse heridas innecesarias siguiendo los senderos mal delimitados que muchos otros antes marcaron en un mapa automatizado. Mis pies quieren crear un sendero nuevo, quieren dejar sus huellas en las nubes, en las estrellas, en el cielo... Mis pies quieren volar. 

Bonita casa.

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El sonido de la puerta de entrada cerrándose bruscamente me despierta en plena noche. Abro un ojo, como buenamente puedo, y miro el despertador digital que brilla en la oscuridad de mi mesita de noche. Las tres de la madrugada. Somnolienta y aturdida por las pastillas para dormir que me veo en la necesidad de tomar cada noche, pregunto a la oscuridad: - ¿Mario?  No es hasta quince segundos después que me doy cuenta de que es imposible que sea él. Mario me dejó hace tres meses por la hermana de mi mejor amiga, con un mísero y cruel mensaje, vaciando los armarios mientras yo no estaba en casa y desapareciendo de mi vida como las nubes de las tormentas de verano, sin dejar rastro. En ese momento de clarividencia mis sentidos se despiertan por completo, la adrenalina comienza a subir por todos los recovecos de mi cuerpo a la par que el miedo se incrementa a cantidades insanas. Me levanto silenciosamente, cojo la lámpara de la mesilla a modo de arma y me asomo a la puerta de mi hab

Ya no.

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Hoy tengo algo que decirte. Sí, a ti. Escucha bien, aunque si lo necesitas puedo repetirlo: ya no te tengo miedo. ¡Guau! Sienta increíblemente bien decirlo en voz alta sabiendo que es verdad. Te lo prometo, ya no, hoy no te tengo miedo. ¿Sorprendido? Oh, espera... Tal vez tu memoria selectiva ha olvidado la razón de mis palabras. ¿Has olvidado los insultos en el patio? ¿La tortura en el autobús? ¿Las persecuciones en grupo por las calles del pueblo al salir de clase? ¿Las zancadillas, quizá? ¿Los chicles en el pelo? ¿Los moratones en los brazos? Si lo has olvidado te recomiendo que visites a un médico, fueron demasiados años y lagunas en la memoria de semejante tamaño no son normales. También puede ser que prefieras no recordarlo. Lo comprendería perfectamente... Que te avergonzases de haber disfrutado del sufrimiento de un compañero... No, no es bonito. La tercera opción es que te acuerdes de todo. Absolutamente todo. Sin embargo, ¿te avergüenzas? Si la respuesta es sí, no solo ya no

Te encontraré.

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Trescientos sesenta y cinco días sin verte. Trescientos sesenta y cinco días imaginando dónde estarás. Trescientos sesenta y cinco días tachados en el calendario con rabia, doce meses arrancados con furia, un año quemado a base de lágrimas ácidas.  Te echo de menos, más de lo humanamente posible. Te veo en las esquinas, en los parques, en los marcos vacíos, en mis propios ojos cuando me miro al espejo. Te veo, pero no te veo... Porque ya no estás. Te has ido. Te has ido sin mí. Y duele. Jamás creí que algo pudiese doler tanto. Pero ¿sabes qué? Me alegro de sentir dolor, el dolor me recuerda que sigo viva. El dolor me mantiene viva, porque mientras me duelas, cariño, te seguiré buscando.  Prometo buscarte en callejones oscuros, en garajes, sótanos, descampados y en el fondo de los ríos. Te buscaré en la casa del vecino, en otros países y en Júpiter. Construiré un cohete, un barco, alquilaré un avión o pediré un camello. Haré lo que tenga que hacer, eso es lo que las madres hace