Entradas

Entrada destacada

Carta al cielo.

Imagen
Querida mamá: He decidido escribirte esta carta y mandarla al cielo para decirte que estoy bien y que ya lo he entendido.  Creía que te habías ido porque ya no me querías o porque te habías enfadado con nosotros. No entendía qué era estar muerto, mami, pero ahora lo entiendo, porque mi amigo Tom también lo está. Un coche lo atropelló delante de casa cuando venía a visitarme como cada tarde. Vi como sucedía, mami, y ahora entiendo que morir duele. No solo al que muere, sino a quien lo quiere. A papá, a mí...  Me duele el estómago como si un agujero se hubiese formado en mi tripa y papá no deja de decirme que no llore más, que me voy a deshidratar. Pero ¿como no voy a llorar si los ojos de Tom ya no me miran? ¿Si ya no se afila las uñas en mi ropa? ¿Si no demanda su cuenco de leche? ¿Si ya no ronronea cuando le rasco las orejas? ¿Si ya no estás, mami? Le he dicho a papi que me quiero morir para estar con vosotros y, entonces, se ha echado a llorar como si fuese un niño de

Me ha costado

Me ha costado darme cuenta de a qué se referían. Me ha costado abrir los ojos para ver quien quería realmente protegerme o, simplemente, ver quien realmente me quería. Me ha costado mirarte a los ojos y saber que eres todo lo que no debo querer. Me ha costado darme cuenta de que es demasiado tarde para recular. Me ha costado reconocer que mi mundo se desmorona donde terminan tus pies. Me ha costado asimilar  que cuando te metes debajo de la piel es inevitable convertirte en enfermedad. Me ha costado aceptar que el amor es dar y recibir, no solo dar. Me ha costado quererte en medio de una guerra y, no obstante, sigo haciéndolo. Me ha costado querer de nuevo porque cuando lo hago entrego la vida en el proceso y ya he muerto demasiadas veces. Me cuesta el simple hecho de no quererte, porque se vuelve imposible no hacerlo cuando tu sonrisa se convierte en la única fuente de luz en mi penumbra.

Destrucción

Destrúyeme lento, sin que lo note. Que solo me dé cuenta cuando sea demasiado tarde. Arráncame la piel despacio, beso a beso, que tu saliva llena de mentiras bañe mi cuerpo hasta ahogarlo. Sí, rómpeme el alma, al fin y al cabo no sé qué es que me amen bonito, que me amen bien. Esto es a lo que estoy acostumbrada. Va a ser cierto lo que decía aquel profesor: aceptamos el amor que creemos merecer. Destrúyeme, hazlo, asegúrate de que no vuelva a caer en la misma piedra, en tus mismos lunares. Enséñame lo duro que está el suelo cuando te caes, cuando te empujan. Déjame cicatrices que me hagan recordarte el resto de mis días, conviértete tú solo en todo eso que no quiero volver a tener. Hazlo tú, cariño, porque yo vivo obnubilada por el humo de tu tabaco, perdida en la curva de tu mandíbula, enterrada en la humedad de tu boca y ya no sé donde está la salida.

Peligro: derrumbamiento.

Imagen
Cuando te des cuenta de que me he ido será demasiado tarde y, tal vez, te importe demasiado poco. Me hiciste ver el cielo en muchos sentidos y el infierno en muchos otros. Fuiste mi norte y mi sur, me rompiste la brújula y ocultaste el tesoro. Sigo buscándolo, ¿sabes? Pero tengo asumido que no lo encontraré. Que mi corazón, como el de Davi Jones, ya no está en mi pecho. Tienes el cofre, la llave y la daga que lo ha atravesado. Me has matado y he resucitado al tercer día, como en las escrituras, pero siendo otra persona más libre, más rota, menos tuya y más suya. Una persona nueva y a la vez ruinosa. No pasa nada, ya iniciaremos nueva obra.

¡Boom!

Imagen
Estás en ruinas. Lo sé. No pasa nada, amor. Los escombros son solo eso, escombros. Se pueden apartar, desechar o simplemente dejarlos en el olvido a irnos a otra parte. A otro mundo. A tu mundo. Al mío. A donde quieras. El lugar me da igual, solo me importa construir una nueva ciudad contigo, más brillante y cívica. Una ciudad donde tú gobiernes, rey de tus sonrisas y de las mías. Quiero construir un nuevo mundo. Crear una nueva galaxia. ¡Boom! De nuestro choque, de repente, planetas, ecosistemas. Vida.

Arena.

Imagen
Lo tuviste todo en tus manos, pero dejaste que se escurriese como si fuese arena. Has dejado que se formase un desierto y, desesperado, buscas el agua que una vez estuvo y se fue. No escarbes buscando acuíferos, no llores con la esperanza de que tus lágrimas atraigan el agua. Se acabó. No queda nada más que un yermo paraje y el recuerdo de un oasis que decidiste talar lentamente, recreándote en cada corte y desaprovechando cada sombra. Ya no queda nada más que esa arena que dejaste escurrir y la sequía de un corazón que ya no volverá a latir por ti. 

Tira y afloja.

Imagen
No lo voy a negar, me gustaría que me comieses. Entera. De arriba a abajo. Norte, sur, este y oeste. Que me agarrases de la mano y me llevases lejos. Que bailásemos pegados, muy pegados. Que mis fotos sean todas en tu cama. O en la mía, que más da. No voy a negar que me pongo celosa cuando me hablas de otras. Tampoco voy a negar que en compensación te he hablado de otros para ponerte celoso. Es un tira y afloja continuo, pero cariño sigue tirando, ya aflojaremos luego. Tira, tira los dados que es tu turno, y juégame, juégame lento. No es más que una partida en el que podemos perder la razón y la ropa.

Raspones.

Imagen
Quiero enseñarte el mundo. La cara bonita y la cara fea, como las dos caras de la luna. Quiero que camines solo y a mi lado. Que aprendas a quererte y a quererme, pero sobretodo a quererte. Quiero que sonrías todos y cada uno de los días de tu vida aunque solo sea una vez. Quiero que te valores, que te veas de verdad y que te mires en el espejo orgulloso de ser quien eres. Quiero ver el brillo en tus ojos cada vez que algo te ilusiona y que me contagies con tu risa cuando estés alegre. Quiero que te ates bien los zapatos para evitar tropezar con tus propios cordones, pero que si tropiezas sepas que levantarse es posible incluso estando solo. Que los raspones de las rodillas son normales y que llorar no es ilegal. Quiero que mires lo más lejos posible y digas: hasta allí voy a llegar. Que no dudes a la hora de luchar para llegar a tus metas, que si cuesta es porque merece la pena, que te convenzas de que no hay nada imposible. Recuerda lo que dicen por ahí: lo imposible solo cuesta un