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Mostrando entradas de abril, 2018

Tira y afloja.

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No lo voy a negar, me gustaría que me comieses. Entera. De arriba a abajo. Norte, sur, este y oeste. Que me agarrases de la mano y me llevases lejos. Que bailásemos pegados, muy pegados. Que mis fotos sean todas en tu cama. O en la mía, que más da. No voy a negar que me pongo celosa cuando me hablas de otras. Tampoco voy a negar que en compensación te he hablado de otros para ponerte celoso. Es un tira y afloja continuo, pero cariño sigue tirando, ya aflojaremos luego. Tira, tira los dados que es tu turno, y juégame, juégame lento. No es más que una partida en el que podemos perder la razón y la ropa.

Raspones.

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Quiero enseñarte el mundo. La cara bonita y la cara fea, como las dos caras de la luna. Quiero que camines solo y a mi lado. Que aprendas a quererte y a quererme, pero sobretodo a quererte. Quiero que sonrías todos y cada uno de los días de tu vida aunque solo sea una vez. Quiero que te valores, que te veas de verdad y que te mires en el espejo orgulloso de ser quien eres. Quiero ver el brillo en tus ojos cada vez que algo te ilusiona y que me contagies con tu risa cuando estés alegre. Quiero que te ates bien los zapatos para evitar tropezar con tus propios cordones, pero que si tropiezas sepas que levantarse es posible incluso estando solo. Que los raspones de las rodillas son normales y que llorar no es ilegal. Quiero que mires lo más lejos posible y digas: hasta allí voy a llegar. Que no dudes a la hora de luchar para llegar a tus metas, que si cuesta es porque merece la pena, que te convenzas de que no hay nada imposible. Recuerda lo que dicen por ahí: lo imposible solo cuesta un

Como buena señorita.

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De pequeña me dijeron que no era de señoritas levantar la voz ni decir palabras malsonantes. También me dijeron que cruzase las piernas, que no fuese mandona, que no debería jugar con los niños en la tierra, que si tenía ya novio (y eso que era una niña)... Luego crecí y siguieron diciéndome que levantar la voz y decir palabras malsonantes no era de señoritas, que cruzase las piernas, que no fuese mandona y también empezaron a decirme que mi falda era demasiado corta, que iba provocando, que si no era demasiado joven para tener novio. Seguí creciendo y levantar la voz, decir palabras malsonantes, no tener las piernas cruzadas y ser mandona seguía sin ser propio de señoritas. Las faldas siguieron siendo demasiado cortas. Empezó a pasárseme el arroz porque no tenía ni novio ni hijos, y eso que tenía algo más de veinte años. Las posibilidades de trabajo iban en función de mi escote y el sueldo en función del de mis compañeros. Y aquí estoy, gritando lo cabrones que sois con las piernas a

Caída libre.

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El agua comenzaba a cubrirla peligrosamente por encima de los hombros, pero le daba igual. Todo le daba igual. Solo quería huir, terminar, librarse del dolor y de la presión. La vida le pesaba toneladas, tanto que la arrastraba a las profundidades del pozo oscuro en el que se había convertido su memoria. La hacía caer lentamente como un globo aerostático al que no se le ha aligerado el lastre. Caía y caía, en picado, sin paracaídas y sin red que la salvase del golpe.  El agua salada ya cubría su boca. El frío enero comenzaba a amoratar sus mojados miembros y a recordarle lo que era el dolor verdadero. Y con el dolor llegó la lucidez. Años de sufrimiento silencioso, lágrimas fugaces ocasionadas por el dolor de la traición y el abandono, golpes físicos y mentales de aquellos que querían hundirla como a un barquito de papel a la deriva. Humillaciones, zancadillas literales y metafóricas, decepciones, miedos alimentados por monstruos de carne y hueso decididos a trabar su éxito, complej

A la inversa.

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Odio. Oscuro y profundo odio. Más fuerte que la ira. Tan poderoso como el amor. Crece lentamente, a veces sin que te des cuenta. Primero un pequeño pinchazo, justo ahí, en el pecho. No lo asocias con el principio de nada, solo eso, un pinchazo. Algo que detona algo, que acciona el mecanismo sin siquiera avisarte. Luego, todo va lento. Como una inyección, expandiéndose desde el lugar en el que se introdujo hasta que no quede un solo hueco sin estar cubierto. Y lo sabes, entonces lo sabes. Ya no hay vuelta atrás. Porque del amor al odio hay un paso, pero no funciona tan bien a la inversa.