ATARDECER



Empezar a caer la tarde.

"Si le preguntasen en ese momento 
si estabapreparada para partir, 
la respuesta sería sí".
"Quédate conmigo", le había suplicado Tobías en más de una ocasión, pero eso era algo que no estaba en las manos de Marina. Veintitrés meses luchando con la muerte la habían dejado exhausta. Era cierto que la travesía había sido turbulenta, dolorosa e incómoda, sin embargo, la muchacha hubiese repetido todos y cada uno de los pasos que había dado, sin dejar de tropezar con ninguna de las piedras con las que había topado. El día en el que le dijeron que no viviría más de un año lo recordaba como el más triste de su vida, únicamente por detrás del de la muerte de Otto, su perro de catorce años. No obstante, solo necesitó un par de días de llanto, una hoja de papel y un bolígrafo para afrontar la situación. Decidió escribir una larga lista de cosas por hacer y se prometió a sí misma que no abandonaría este mundo sin haberlas cumplido todas. 


La luz del atardecer bañaba el rostro de Marina. La última cosa que estaba sin tachar en su lista era ver el atardecer sin nada a su alrededor que la despistase del espectáculo, con la única compañía de su incorruptible compañero de viaje para poder saborear cada soplido de vida que el viento les regalase. Si le preguntasen en ese momento si estaba preparada para partir, la respuesta sería sí, porque había aprovechado hasta el último rescoldo de tiempo que le quedaba para valorar lo que realmente merecía la pena. Casi dos años de pequeños momentos valían más que ochenta sin aprovechamiento.

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