ERRANTE
Que anda de una parte a otra sin tener asiento fijo.
190 km/h. Chupa de cuero, gafas de sol, el viento en la cara y todo qué perder. Me he pasado los últimos veintidós años siendo un penitente errante, sin patria ni familia, escapando de todo y de nada, siendo y no siendo. La muerte en mis manos, la sangre a mis espaldas, víctimas adornando mi lista de trabajos. Ladrón de día, sicario de noche. Nadie puede salvarme. Me dirijo a un destino sin retorno. Voy a morir, lo sé, lo acepto. Sin embargo, sonrío, soy feliz porque me lo he ganado a pulso. Cada gota de sangre derramada fue lentamente firmando la sentencia de muerte con mi nombre. Las sirenas y las luces se reflejan en el retrovisor y es que siempre me han gustado los finales espectaculares. El final del puerto está cerca, puedo ver como la policía aminora el paso en su persecución. Doy una última calada al cigarrillo que reposaba en el cenicero y subo la música todo lo que puedo, estoy en una puta autopista hacia el infierno.
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