IMPACTO
Choque de un proyectil o de otro objeto contra algo o alguien.
Lo único que recuerdo es el impacto. Íbamos de regreso a casa tras hacer una visita a mi tío en el hospital. Recuerdo lo insustancial de la conversación, como desviábamos la atención de nuestra verdadera preocupación hablando del tiempo o del tráfico. Recuerdo como la devastadora imagen de mi tío en aquella cama, casi irreconocible y sin energía tan siquiera para decir hola, nos perseguía desde la mismísima puerta del hospital. Sin embargo, por más que lo intento no recuerdo como llegamos a aquel barranco, solo el impacto contra el poste que posteriormente cayó sobre el coche. Mi madre murió en el acto, sin sufrimiento, sin despedidas... Mi padre agonizó lentamente durante más tiempo del que quisiera recordar. El poste había caído encima de la parte delantera del vehículo, matando a mi madre con un golpe seco y dejándola aprisionada en el interior del coche durante horas, aplastando las piernas de mi padre, generándole cortes de los que brotaban fuentes incontrolables de sangre. Murió por desangramiento, gritándole al cadáver de mi madre que por favor no nos dejase. Se fue apagando poco a poco ante mis ojos. En el mismo momento del impacto lo supe: íbamos a morir. Intenté por todos los medios mantenerlo despierto, salir del coche y ayudarlo, moverme... Pero yo tampoco podía, estaba encerrada en ese ataúd metálico en el que se había convertido nuestro coche, viendo como la luz de los ojos de mi padre se extinguía, gritando, suplicando ayuda...
No sé cuanto tiempo después llegaron los bomberos o las ambulancias, solo sé que perdí el conocimiento y que desperté sola en una habitación de hospital, desorientada y sin movilidad de cintura para abajo. La parálisis de mis piernas es el demonio que me recuerda lo cruel que puede ser la carretera.
Días después de despertar en aquella lúgubre habitación de hospital me enteré de la razón de nuestra desgracia. Un conductor ebrio se había aventurado en sentido contrario, provocando tres accidentes similares al que nosotros padecimos. En total cinco vidas fueron segadas de golpe y sin explicación, de manos de un desgraciado en busca de adrenalina. No hay un solo día en el que no sienta la tristeza propia de la pérdida, el vacío en el pecho, una mano invisible arrancándome el corazón. Al igual que no hay un solo día que no sienta un odio atroz e incontrolable reclamando venganza, más que justicia.
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