Tequila.

Una canción y dos tequilas. 

El alcohol comienza a hacer efecto, tu recuerdo se difumina. Unos pies taconean cerca, acompañados por el contoneo de unas caderas.  Te vuelvo a ver nítida. 

Dos canciones, tres tequilas.  

La dueña de las seductoras caderas se acerca segura de sí misma. Es morena, ¿por qué tiene que ser morena? 

Tres canciones, cuatro tequilas.

Se llama Emilia, eso lo capto, pero empiezo a estar mareado. Me hace un gesto y la sigo a la pista de baile. Se acerca, bailamos. Lleva tu mismo perfume. Vuelvo a la barra. 

Cuatro canciones, cinco tequilas. 

Decido ser valiente y vuelvo con Emilia. Ella me mira, pero yo no la veo a ella. Necesito otro tequila. 

Cinco canciones, seis tequilas. 

Emilia me besa, segura y decidida. Yo la beso, confundido y culpable. 

Muchas canciones, demasiados tequilas. 

Despierto en casa de Emilia. La cama desecha, una lámpara rota, ropa en el suelo, hedor a alcohol. Ella se mueve, la cama cruje y mi cabeza estalla. Creo que ahora también me tengo que olvidar del tequila. 


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