PENSAR DEMASIADO NO ES SANO


      - Pensar demasiado no es sano.

La voz de una chica me despertó de mis ensoñaciones, no era la primera vez que me pasaba. En algunas ocasiones me había quedado ido en lugares insospechados, pensando y recordando. Esta vez había sido en la biblioteca.

- Están cerrando, como no te espabiles te vas a quedar aquí encerrado y, a no ser que seas un obseso de los libros y un insensible al frío, no creo que te haga gracia.

La chica tenía razón, habían apagado la calefacción y empezaba a hacer un frío que pelaba.

- Gracias - fue todo lo que le dije, sin embargo, esa vez me apetecía hablar más. La primera frase de la chica había sido lo más inteligente que alguien me había dicho desde que habían empezado las clases y estaba claro que no estaba interesada en ser mi amiga a toda costa. Su total indiferencia me gustaba. - ¿Cómo te llamas?

"En algunas ocasiones me había quedado ido en 
lugares insospechados, pensando y recordando.
Esta vez había sido en la biblioteca".
La chica estaba recogiendo sus cosas de una de las mesas más apartadas del altillo en el que nos encontrábamos, se giró, me miró como si fuese un perro verde y siguió con lo que estaba haciendo para, posteriormente, irse sin mediar palabra. Me quedé mirando como un idiota como se iba y pude sentir como la vergüenza teñía mis mejillas a más no poder. Para una vez que era yo el que intentaba establecer contacto con otra persona, ésta me ignoraba, ¡genial!

Recogí mis cosas y salí por la puerta de la biblioteca al exterior del recinto y allí en las escaleras, como si la insensible a la temperatura fuese ella, estaba la chica fumando un cigarrillo y observándome con un brillo de diversión en la mirada.

- ¿Tú no sabes que en las bibliotecas no se habla? – me preguntó con una gran sonrisa pintada  en la cara.


Este es un fragmento de algo más grande, una pequeña novela que estoy escribiendo en este momento y, por alguna extraña razón, me apetecía compartirlo con vosotros. ¡Un saludo!






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