INDESTRUCTIBLE


Que no se puede destruir.

"Su mamá le había explicado que ese año
 no tenían dinero para comprar un árbol
o adornos".
La pequeña Carla se levantó la mañana del Día de Reyes con la ilusión dibujada en su rostro. Corrió por el estrecho pasillo del apartamento en el que vivía con sus padres, su tío y sus abuelos, entró en el salón-comedor-cocina y recogió el pequeño bulto que había bajo el calcetín rojo y blanco, colgado en la pared, y los adornos navideños que ella misma había hecho. Su mamá le había explicado que ese año no tenían dinero para comprar un árbol o adornos, a lo que la niña contestó:

- No te preocupes mami, puedo hacerlos yo. La profe nos ha enseñado en el cole.

La sonrisa de la niña era indestructible, incluso el día que tuvieron que abandonar la casa grande en la que vivían antes había animado a sus padres con besos y abrazos. Era la fuerza, la alegría, la ternura y la ilusión que le faltaba a su familia. Probablemente por eso, esas navidades todos los ocupantes del apartamento hicieron un esfuerzo sobrehumano para comprarle un regalo a la altura. Tal vez no tuviesen la mesa llena de marisco, dulces y licores, pero la sonrisa de la pequeña Carla y la ilusión de su mirada eran suficiente para llenar sus vidas.

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