Querida mamá: He decidido escribirte esta carta y mandarla al cielo para decirte que estoy bien y que ya lo he entendido. Creía que te habías ido porque ya no me querías o porque te habías enfadado con nosotros. No entendía qué era estar muerto, mami, pero ahora lo entiendo, porque mi amigo Tom también lo está. Un coche lo atropelló delante de casa cuando venía a visitarme como cada tarde. Vi como sucedía, mami, y ahora entiendo que morir duele. No solo al que muere, sino a quien lo quiere. A papá, a mí... Me duele el estómago como si un agujero se hubiese formado en mi tripa y papá no deja de decirme que no llore más, que me voy a deshidratar. Pero ¿como no voy a llorar si los ojos de Tom ya no me miran? ¿Si ya no se afila las uñas en mi ropa? ¿Si no demanda su cuenco de leche? ¿Si ya no ronronea cuando le rasco las orejas? ¿Si ya no estás, mami? Le he dicho a papi que me quiero morir para estar con vosotros y, entonces, se ha echado a llorar como si fuese un niño de
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