Margaritas.

Entramos en un bucle. Me miras, te miro; suspiras, suspiro; te acercas, me quedo paralizada; me tocas, me estremezco; sonríes, sonrío; te alejas, te pierdo. Me pierdo. Vuelta a empezar. 

Desde que te conozco así son nuestros días, como si fuésemos margaritas: te quiero, no te quiero, te quiero, no te quiero, te quiero, no te quiero... Te necesito. Pero todas las margaritas tienen un número de pétalos limitado. 


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