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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Quiéreme mejor.

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Dijiste que me querías y, sin embargo, decidiste romperme en pedacitos. Ahora soy un puzzle al que le faltan piezas. Te quedaste con las fundamentales, aquellas que le dan forma  al dibujo, aquellas sin las que no tiene sentido. Te quise, sin querer, más de lo que yo hubiese querido quererte. Tú, por tu parte, quisiste a la imagen de mí que quisiste creer que era. No te preocupes, he aprendido a encajar las piezas aunque queden surcos amorfos en el centro de mi ser y, sorprendentemente, funcionan a modo de armadura para un corazón que decidió dejar de querer a quien no lo merece. Tal vez no estoy tan bien como lo estuve antes de ti, no importa. Definitivamente mañana estaré mejor, he decidido que quiero quererme como nunca me quisiste.

Nuestra canción.

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Las primeras notas se mezclan con el aire. La voz comienza a brotar de mi garganta, tenue, tímida, como un cervatillo asustado de ser cazado. Entonces, te veo. Te siento, a mi lado. Como siempre. Y la sonrisa se pinta en esa cara de bobo que sé de sobra que pongo cuando te veo. No puedo evitarlo y me acerco, tu perfume me embriaga, tu  voz me transporta a otro lugar. Ya solo estamos tu y yo, nadie nos escucha y la melodía que estamos creando es solo nuestra. Ya no siento mariposas en el estómago, siento leones devorándome por dentro, rugiendo, reclamando el alimento que solo tus labios pueden proporcionarles. Ya no puedo mirar a ningún otro lugar. Me importa poco si estoy quedando como un idiota, solo quiero mirarte, tocarte, cantarte. Quedarme para siempre a tu lado. Esta melodía  es mi nueva banda sonora favorita, la que ameniza el momento en el que me enamoro de ti. O, tal vez, solo ameniza el momento en el que me doy cuenta de que ya no hay marcha atrás, eres la canción que no pue

Alunizaje.

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Quiero volar, contactar con otra atmósfera, aterrizar en la Luna, en Plutón, en Saturno o en una galaxia muy lejana. Quiero explorar tierras inhabitadas, bailar en lugares que no han conocido el ritmo o que, por el contrario, tienen un ritmo propio nunca antes visto. Quiero caminar, correr, saltar, chapotear, pisar, levitar, patear, ir a la pata coja, jugar… Tropezar. Quiero que mis pies me  guíen en la caída y tocar el fondo con las manos para coger impulso en la subida. Quiero vivir soñando y soñar viviendo.  Quiero ser libre en este mundo de presos. Quiero ser el ritmo de tus pasos, el soplo de aire fresco agitando tu pelo, la luna que te inspira e inspirarme a mi misma. Quiero mirar atrás y sonreír por haberlo intentado aunque el resultado no haya sido el esperado. Quiero ser el pez que nada a contracorriente ignorando lo que la mayoría intenta imponerle. Demostrar que difícil no es sinónimo de imposible, porque donde hay un deseo hay una posibilidad.

Ya ves, querida.

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Querida yo de hace tres años: Te escribo para decirte que te equivocabas, el mundo no se acaba porque hayas perdido una pierna. Sí, es cierto que la vida es más difícil, pero no por ello menos bella.  He elegido este día porque hoy hace exactamente tres años desde el fatídico accidente en el que una anciana de otro coche murió y tú (nosotras) te quedaste con ese recordatorio eterno y poco agradable de lo que sucedió. No hay ni un solo día que no recuerde el accidente y que no piense en el conductor del camión que nos arrolló. Dijeron que se encontraba bajo el efecto de las drogas, ¿sabes? A día de hoy sigo sin entender como alguien que se dedica a la conducción profesional o que simplemente se encuentra en la situación de tener que conducir, se droga. Heroína llevaba el "amigo" metida en vena, ni más ni menos.  Pero no escribo esta carta para resucitar viejos rencores y miedos que, en realidad, sé que nunca voy a conseguir enterrar. Te escribo esta carta para que

Margaritas.

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Entramos en un bucle. Me miras, te miro; suspiras, suspiro; te acercas, me quedo paralizada; me tocas, me estremezco; sonríes, sonrío; te alejas, te pierdo. Me pierdo. Vuelta a empezar.  Desde que te conozco así son nuestros días, como si fuésemos margaritas: te quiero, no te quiero, te quiero, no te quiero, te quiero, no te quiero... Te necesito. Pero todas las margaritas tienen un número de pétalos limitado. 

Carta al cielo.

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Querida mamá: He decidido escribirte esta carta y mandarla al cielo para decirte que estoy bien y que ya lo he entendido.  Creía que te habías ido porque ya no me querías o porque te habías enfadado con nosotros. No entendía qué era estar muerto, mami, pero ahora lo entiendo, porque mi amigo Tom también lo está. Un coche lo atropelló delante de casa cuando venía a visitarme como cada tarde. Vi como sucedía, mami, y ahora entiendo que morir duele. No solo al que muere, sino a quien lo quiere. A papá, a mí...  Me duele el estómago como si un agujero se hubiese formado en mi tripa y papá no deja de decirme que no llore más, que me voy a deshidratar. Pero ¿como no voy a llorar si los ojos de Tom ya no me miran? ¿Si ya no se afila las uñas en mi ropa? ¿Si no demanda su cuenco de leche? ¿Si ya no ronronea cuando le rasco las orejas? ¿Si ya no estás, mami? Le he dicho a papi que me quiero morir para estar con vosotros y, entonces, se ha echado a llorar como si fuese un niño de