SIETE
Número natural que sigue al seis.
El reloj de la pared sur goteaba las horas como un grifo mal cerrado. Chop. Chop. Chop. Lenta y agónicamente los minutos se sucedían uno tras otro sin llegar nunca la aguja pequeña a rozar el número siete. Daniela se sentaba todas las tardes frente al gran reloj de la estación de tren con la esperanza de que diese las siete, pero en los cinco años que llevaba haciendo esta rutina jamás había sucedido. El número estaba allí, era imposible saltar del seis al ocho sin pasar por el siete y, sin embargo, sucedía. Lo que Daniela no veía era como el tiempo y el mundo se paraba a su alrededor justo antes de dar las siete de la tarde, como una figura esbelta y vestida elegantemente se aproximaba a ella, como le acariciaba dulcemente la mejilla con su mano y como le leía sus pasajes favoritos de aquel libro que la había visto crecer. Daniela nunca sabría que aquella hora que creía maldita era el único nexo de unión que le quedaba con su padre, fallecido cinco años atrás en un accidente ferroviario a las siete de la tarde en esa misma estación. Nunca lo sabría, pero siempre lo intuiría.
Emocionante y melancólico. Lleno de significado. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMe alegro mucho, Bruno. Un saludo 😊
EliminarMire señorita (y disculpe el tono de fatuidad infantil, de muy poco educada soberbia desmedida, de pugnaz e hiriente crítica ) pero hasta un reloj estropeado da bien las siete dos veces al día, así que...
ResponderEliminar¿Sabe usted lo que es la fantasía? Esta es una historia fantástica, si buscaba usted algo realista se ha equivocado de relato. Con un poco de imaginación todo es posible.
EliminarPor otro lado, no me hiere su comentario (no tengo claro si era lo que pretendía). Al contrario, nada más lejos de la realidad.