Ya no.

Hoy tengo algo que decirte. Sí, a ti. Escucha bien, aunque si lo necesitas puedo repetirlo: ya no te tengo miedo. ¡Guau! Sienta increíblemente bien decirlo en voz alta sabiendo que es verdad. Te lo prometo, ya no, hoy no te tengo miedo. ¿Sorprendido? Oh, espera... Tal vez tu memoria selectiva ha olvidado la razón de mis palabras. ¿Has olvidado los insultos en el patio? ¿La tortura en el autobús? ¿Las persecuciones en grupo por las calles del pueblo al salir de clase? ¿Las zancadillas, quizá? ¿Los chicles en el pelo? ¿Los moratones en los brazos? Si lo has olvidado te recomiendo que visites a un médico, fueron demasiados años y lagunas en la memoria de semejante tamaño no son normales. También puede ser que prefieras no recordarlo. Lo comprendería perfectamente... Que te avergonzases de haber disfrutado del sufrimiento de un compañero... No, no es bonito. La tercera opción es que te acuerdes de todo. Absolutamente todo. Sin embargo, ¿te avergüenzas? Si la respuesta es sí, no solo ya no te tengo miedo, sino que te perdono. Si la cantidad de vergüenza es comparable a tan solo la mitad del infierno que me hiciste pasar casi  no podrás salir a la calle, y si es así, de verdad, sin rencores. Te perdono. Por otro lado, si la respuesta es no, si sigues creyendo que aquello era normal, si no te arrepientes o incluso estás orgulloso, si sonríes recordándolo... Te lo repito: NO TE TENGO MIEDO. ¿Sabes por qué? Porque solo un ser con un alma muy pequeña y podrida podría albergar tanta maldad dentro y eso, más que miedo, me suscita pena. 

Miro hacia atrás y, en cierto modo, me doy cuenta de que debo darte las gracias. Soy quien soy hoy debido a ti y a aquel infierno que me obligaste a atravesar. Obviamente si pudiese elegir no vivirlo no lo haría, tampoco soy masoquista. Pero aquellas dificultades me enseñaron lo perra que puede ser la vida. No solo eso, me enseñaron a ser fuerte, a apretar los dientes y a enfrentarme a la adversidad. Por aquel entonces tú eras la adversidad (¡y Dios sabe que te enfrenté! Tantas veces como cicatrices tienen mis brazos y piernas). A día de hoy la adversidad es mucho más grande y oscura de lo que tú fuiste en ese momento, pero no te preocupes, yo también soy más grande, más fuerte, más lista. 

Eso es todo, solo quería que lo supieses. ¡Qué te vaya bien! Espero que el karma no te pase demasiada factura, podría arruinarte y, de corazón, no te deseo nada malo.



Comentarios

  1. Un buen texto con su sencilla narración deja muy claro el mensaje. Besos!!

    Espero tu texto para el libro solidario.
    No llegue a descargar tu libro. Estuve fuera.

    Besos!!

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  2. Muchas gracias, un saludo.

    P.D.: Texto enviado.

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