Arena.
Lo tuviste todo en tus manos, pero dejaste que se escurriese como si fuese arena. Has dejado que se formase un desierto y, desesperado, buscas el agua que una vez estuvo y se fue. No escarbes buscando acuíferos, no llores con la esperanza de que tus lágrimas atraigan el agua. Se acabó. No queda nada más que un yermo paraje y el recuerdo de un oasis que decidiste talar lentamente, recreándote en cada corte y desaprovechando cada sombra. Ya no queda nada más que esa arena que dejaste escurrir y la sequía de un corazón que ya no volverá a latir por ti.