Bomba.
- Nos quedan 57 segundos, Laura. ¿Qué hacemos? El tiempo corría en el reloj. Los segundos caían como gotas de lava ardiendo, arrasando con todo a su paso. La decisión debía ser tomada. Ya. Ni un segundo más o morirían todos. Buenos y malos. Pero ¿quién debía morir? Entonces lo tuvo claro. Si no había otra salida los otros serían los cadáveres cuando el segundero llegase a cero. Apretó el botón y entonces explotó. Todo se llenó de escombro. No hubo gritos, ni miedo, ni dolor. Solo muerte. La muerte de Laura y su equipo, porque los buenos no siempre ganan y aquella bomba estaba peor colocada de lo que ella creía. Los contrabandistas salieron del puerto rumbo a su destino sin mayor peligro que un ataque de risa por el error cometido por la policía. Una nueva broma macabra que contarle a sus compinches.