AGUA


Kira le dio todo a Darío: su vida, su amor incondicional y su completa lealtad. Darío le dio algunas cosas a Kira: un techo, cariño esporádico y un hogar provisional. Ella creía que él era su mundo, su protector, su amigo incondicional. Él creía que la quería y que era bueno tenerla. Kira le confió su corazón y su vida sin ni siquiera imaginar que él pudiese destruirlo todo. Darío tomó su corazón y su vida sin ni siquiera imaginar que ella podía sentirlo todo. 

Entonces, Darío se mudó y en su nueva casa no había espacio para Kira. Ya nunca había espacio para Kira. Él, sin atisbo de duda, cogió el corazón de la dulce perrita que lo había acompañado durante años y lo arrojó en el medio de la nada junto con ella. Abandonada y sola bajo la lluvia, Kira lloró y lloró lágrimas de sangre y sal, suplicó entre ladridos lastimeros que su viejo amigo volviese, pero no volvió. Nunca regresó. Darío olvidó a Kira en el mismo instante en el que ató su correa a un árbol. Después de eso se subió a su coche en dirección a una vida nueva, sin mirar atrás. 

Pasaron varios días antes de que Iria descubriese a una Kira agonizante bajo un sol abrasador. La muchacha no dudó en llevársela para salvarla, para amarla para siempre. Kira ahora se llama Agua y solo las cicatrices que le produjo el intentar zafarse de aquel amarre mortal le recuerdan a Darío. 

No los abandones, ellos nunca lo harían.

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